Los niños nacen por lo general con todo lo necesario para estar satisfechos, al menos durante la primera época de su vida. Es característico que los niños duerman profundamente. Cuando están despiertos consumen mucha energía moviendo los brazos, las piernas y el tronco, actividades que no sólo agradan a los bebes.
Hemos de recordar que el niño con debilidad muscular tiene que esforzarse para alcanzar el resultado que el niño “normal consigue con poco esfuerzo.
INTERVENCIÓN PRECOZ.
La intervención precoz se puede centrar en la mejora del desarrollo sensorial y motor de un bebé. Influye también en procesos de aprendizaje más complejos.
El desarrollo del aparato locomotor de los niños normales sigue una secuencia muy típica:
Levantar la cabeza en decúbito prono.
Darse la vuelta.
Sentarse.
Andar a gatas.
Mantenerse en pie.
Caminar.
A continuación aparecen actividades más complejas como son:
Correr.
Subir escaleras.
Saltar y brincar.
Las habilidades manuales surgen también por secuencias determinadas como:
Sujetar.
Apretar.
Alcanzar.
Tirar.
Empujar.
Asir.
Estas habilidades junto con otras en el campo social y cognoscitivo (que no nombraremos en este trabajo), se convierten gradualmente en actividades que permiten al niño explorar su entorno más profunda y detalladamente.
La utilización eficiente de situaciones de aprendizaje mediano y de práctica contribuye a la aceleración y calidad del aprendizaje motor.
Si el aprendizaje de tales actividades en un niño “normal” requiere mucha práctica y experiencia, ¡¡¡cuánto más trabajo, paciencia y entrenamiento necesitará el niño con Síndrome de Down !!!. Este tiene que superar muchos más obstáculos que retrasan la marcha de la adquisición de las habilidades motoras. Por ejemplo la hipotonía dificulta más al niño con Síndrome de Down el uso de sus miembros y de su tronco, especialmente cuando se trata de levantar el peso del cuerpo contra la fuerza de la gravedad (saltar, andar a la pata coja y trepar), levantar un peso o ir contra algo que ofrece resistencia. Además la mayor amplitud de movimiento de las articulaciones (hiperflexibilidad) es causa a menudo de la inestabilidad de éstas, sobre todo en las rodillas y tobillos. Por ello el niño con Síndrome de Down puede compararse al adulto con ligamentos laxos o débiles, que carece de estabilidad para saltar o andar a la pata coja.
Debido a un proceso más lento de la información, el niño con Síndrome de Down tardará más en dar señales de curiosidad e iniciativa. Sin embargo, con la ayuda adecuada, llega a aprender, aunque a ritmo más lento. El proceso es continuo y comienza en el momento de nacer con la experiencia de succionar, tocar, girar y levantar la cabeza.
El bebé con Síndrome de Down suele estar retrasado en el inicio de actividades locomotrices como patalear, “culear” y darse la vuelta.
El bebé afectado tiende a permanecer en una postura un tanto atípica, con las piernas frecuentemente separadas y hacia afuera, y con las rodillas dobladas. Esta postura, si se convierte en habitual, puede llevar a patrones de movimiento defectuosos al sentarse y al caminar. A los niños con Síndrome de Down con alto nivel de hipotonía se les conoce como niños “flojos”.
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